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'El último concierto' de Fandiño, el divulgador de la Longevidad Audaz

“La intergeneracionalidad es la vacuna contra el edadismo”, desvela Fandiño en esta entrevista. El vigués está inmerso, entre otros proyectos, en la presentación de su novela, un relato nada convencional en el que subyacen mensajes reivindicativos sobre el derecho a decidir de las personas y la importancia de la heterogeneidad

M.S. / EM 11-03-2024

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Él se declara jubilado outsider, activista social no adscrito, militante intergeneracional, líder visionario, divulgador comprometido con la dignificación de La Longevidad audaz Intergeneracional y, ahora, creador de la Tribu de los viejos herejes. O lo que es lo mismo: Xaime Fandiño es un “viejo”, como él mismo dignifica con esta palabra, muy alejado de ese estereotipo de un mayor que siente que ya no tiene ningún cometido en este mundo. Él los tiene, y muchos, y de ellos hemos hablado en una entrevista.

Su trayectoria profesional ha estado vinculada a la universidad y al mundo audiovisual y publicitario, pero también al ámbito de la literatura, como acaba de poner de manifiesto con la publicación El último concierto. Cuando la vejez se torna herejía, una novela que como él mismo reconoce “nada tiene de convencional”.  
“El origen de todo está en una fake news que leí en 2018 en una revista alemana sobre un grupo de personas que habían dejado una residencia para asistir a un concierto heavy. Empecé a trabajar sobre ello y en 2020 lo tenía casi terminado como un guion cinematográfico. Lo presentamos a varios programas de ayudas audiovisuales y, entre otras cosas, me dieron un ‘0’ en trayectoria y experiencia audiovisual, después de 40 años trabajando en esto (risas). Entonces decidí ponerme con la novela, hasta que el 28 de diciembre de 2022 entregué el manuscrito a la Editorial Elvira. Y hasta hoy”, relata Fandiño. 

En sus casi 500 páginas, bucea en la historia de un grupo de personas que, en 2019, viven en una residencia ficticia al borde del mar, en O Morrazo, y deciden irse al Resurrection Fest. “Decía Manquiña –en la presentación del libro– que hicimos que a él le gustara vivir en esa residencia porque el ambiente es muy bueno”, comenta Fandiño. “No es que se escapen, sino que se marchan sin avisar. Y precisamente el tema es ese: el derecho a decidir. Si un joven se va de su residencia y pasa la noche fuera, no pasa nada, pero si lo hace un mayor...”, añade. Ese es, por tanto, uno de los mensajes que subyacen en las páginas de El último concierto, pero el autor también alude a la heterogeneidad de las personas: “Hablo de los distintos que somos, más allá de la cronología de cada cual”. 

Los protagonistas de esa tribu hereje son personajes, describe Fandiño, “muy potentes y diferentes entre sí, pero ninguno da pena por el hecho de ser mayor. El tema etario queda totalmente fuera”. Y lo más trascendental de esa “escapada” es que en ese viaje, dejando atrás la rutina de la residencia, los personajes se van transformando. “Cambia su vida y se dan cuenta de que, a pesar de vivir juntos, son unos perfectos desconocidos. Mientras tanto, se produce un movimiento social ante la ‘desaparición’ de estas personas y se abre un debate sobre sus cuidados y su vida”, comenta el autor. 

EL PODER DE LA INTERGENERACIONALIDAD
El último concierto lanza, como su propio autor, distintos mensajes reivindicativos en torno a los derechos de las personas mayores y la visión que erróneamente se tiene de ellos por el simple hecho de su edad cronológica. No es casualidad, por tanto, que la novela esté prologada por Vânia de la Fuente, directora de la Campaña Mundial contra el Edadismo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y cuente con un epílogo escrito por Mari Paz García Rubio, catedrática de Derecho que participó en la redacción de la Ley de Dependencia.

Sí, es un libro que trata el edadismo pero con una visión diferente, al más puro estilo ‘Fandi’: “Cuando te jubilas te dan un finiquito laboral, pero este no es el peor, sino el que yo llamo finiquito social: te mandan a una especia de gueto o apartheid y ahí te quedas”, comenta.

“Creo que el gran problema es la homogeneización de las personas. Es muy sencillo decir que a partir de los 65 años no se cobra comisión en el banco pero, ¿por qué a unos sí y a otros no? Debería existir otro parámetro que no sea la edad cronológica. Cuando se hacen normas homogéneas en base a una edad, sin tener en consideración otros temas, algo falla. De esa manera lo único que se conseguirá es destruir las relaciones intergeneracionales, pues enfrentamos a un grupo de edad con otro”, explica Fandiño.

TERMINAR CON LOS ESTEREOTIPOS
“El edadismo no es un tema que afecta solo a las personas mayores. De ninguna manera. Lo sufren también, aunque de otra manera, los jóvenes. El edadismo es transversal y, como recoge De la Fuente en el informe de la ONU, empieza a los 4 o 5 años de edad”, expone Fandiño. Como anécdota de estereotipos arraigados en nuestra sociedad, Fandiño cuenta que una amiga de su nieta, tras conocer su casa, dijo: “Esto no parece una casa de abuelos”. “Claro, yo tengo guitarras, es diáfana... Pero ella ya tiene una concepción de cómo es una casa de una persona mayor y se crean muchos prejuicios. El edadismo parece que está tan integrado que es definitivo ser consciente de que existe”, asegura.

Precisamente, con la vocación de ir erradicando este tipo de estereotipos hacia los mayores nació, hace un año, la Cátedra de Edadismo de la UVigo, una iniciativa de la que también forma parte Fandiño. Desde la cátedra trabajamos en la prevención y en la divulgación para que esto no suceda, desde abajo hasta arriba. Trabajar para ir creando un mundo en el que no exista la discriminación por edad, de ahí el eslogan de “nacida para desaparecer”. 

Pero, ¿por dónde empezar para que esos estereotipos desaparezcan? Uno de los primeros puntos que defiende Fandiño es el poder del lenguaje, y es que a través de esta cátedra han conseguido que el término edadismo esté, por fin, recogido en el Diccionario de la Real Academia Española. “Las palabras tienen un significado importante y es una pena que no aprovechemos la riqueza de nuestro lenguaje y optemos por palabras como ‘sénior’. A mí, por ejemplo, me encanta la palabra viejo y creo que no debería tener una connotación fea y que debería empoderarse el sentido de esta palabra. Debemos desmitificar las palabras y dejarnos de eufemismos”, declara. “Ser viejo no te hace convertirte en un sabio, ni mucho menos. Hay viejos que lo son y otros que no. Igual que habrá viejos estúpidos que lo habrán sido antes de tener esa edad”.

Él no se siente ofendido si lo llaman viejo, al contrario, por eso reconoce que se debería empoderar este vocablo para que no conlleve una carga negativa. En este sentido, nos habla de esa Longevidad Audaz del que él se declara defensor: “Las palabras tienen mucho poder. Me parece bien hablar de envejecimiento activo pero envejecer alude a ir mermando y longevidad es ir hacia el norte”.

“Siempre digo que los viejos, como lo soy yo, somos una gotera en este momento. Hay que ir construyendo un tejado porque dentro 30-40 años va a haber personas de 120 años con hijos de 90, nietos de 70... O construimos un buen tejado social o no habrá Administración que lo aguante. En este momento estamos tapando pequeñas grietas pero debemos ir construyendo ese tejado y asumiendo que tenemos que vivir de manera intergeneracional, porque la intergeneracionalidad es la vacuna contra el edadismo”, reflexiona.

En el camino hacia esa deseable convivencia intergeneracional, Fandiño lanza propuestas como racionalizar las ciudades y los barrios para que sean transversales en edad. “No deberían existir zonas o áreas solo para mayores, sino espacios en los que todas las personas puedan convivir juntos de manera autónoma”, señala. 

Defensor de ir preparándose ya para ese escenario de la longevidad, y no esperar al futuro, Fandiño apuesta por la integración plena de las personas de todas las edades. “Debemos llegar a una jubilación, un estado, que yo denomino CPP (Creativo, Proactivo y Productivo). Es importante que las personas puedan seguir desarrollándose”, opina.

Librarnos de los prejuicios que conciernen a los mayores y emprender acciones, como la legislativa, siempre desde una visión global, son dos de las claves que introduce Fandiño de cara a erradicar la discriminación por edad. “También es importante la formación y la educación en materia de longevidad, es decir, en la preparación para disfrutar de todas las etapas de la vida. Y esto solo puede hacerse a través de la intergeneracionalidad”. Un mecanismo que él ya ha puesto en práctica, pues asegura que siempre ha convivido con personas de todas las edades y que nunca pregunta qué edad tienen. “Es algo que no me importa”. 

Ojalá algún día la filosofía de ‘Fandi’ se extienda a la sociedad para que todos aceptemos que, precisamente, la edad no importa.


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